miércoles, 28 de febrero de 2018

La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscos.

       
A orillas de la falda de Sierra Nevada, a pocos kilómetros del mar Mediterráneo y en contacto con el Desierto de Tabernas, los blancos pueblitos de la Alpujarra almeriense se reparten entre monumentales montañas y verdes valles como si fueran palomas mensajeras que se posan escalonadamente sobre este evocador terreno.
Cuando se escucha la palabra 'Alpujarra', rápidamente trasladamos nuestra mente hacia la provincia de Granada, pero la Alpujarra se extiende también por la provincia de Almería.
Siguiendo el curso del río Andarax, la Alpujarra lleva poblada desde el Neolítico, aunque es la presencia musulmana, tras la reconquista de Granada por los Reyes Católicos, la que deja la huella más manifiesta en la composición de estos pueblos, ya que entendían el urbanismo como un desarrollo orgánico.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscosAlcolea.
Las casas de estos pueblos, que no siempre fueron blancos, están construidas con materiales autóctonos para conseguir, así, una mimetización con el entorno de manera natural.
Usando losas de pizarra, guijarros, maderas de castaño, álamo y nogal se consiguió este 'camuflaje' con el entorno, que acabó rociando de blanquecinos trazos este paisaje montañés cuando la cal fue invitada a cubrir las fachadas de los casales alpujarreños.
Los pueblos de la Alpujarra almeriense siguen teniendo algo de laberinto andaluz, con sus empinadas y serpenteantes callejuelas, su artesanía de clara evocación morisca y sus construcciones típicas de montaña, pero con tejados planos que allí llaman 'terraos' y que suelen ser usados como secaderos o tendederos de ropa. En cada aldea hay pequeñas huertas, casas de launa y gatos que gozan de la paz más absoluta en cualquier rincón.
Una imagen típica de las calles alpujarreñas es la de los 'tinaos', unas cornisas que cubren parte de las calles y que sirven de protección cuando el mal tiempo se ensaña con la zona y arrecian las nevadas. Es uno de los elementos arquitectónicos más característicos de la Alpujarra, tanto granadina como almeriense.
También las humeantes chimeneas de la Alpujarra tienen algo de peculiar, pues suelen presentar forma cilíndrica y son rematadas por un 'sombrero' hecho con una lasca de pizarra y una piedra 'castigaera' para que el viento no la arranque de cuajo.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscos
El silencio es el gran señor de la Alpujarra, pues apenas hay ruidos, ni coches. Por no haber, no hay ni tiendas en algunas de estas localidades, ya que sus vecinos suelen hacer de la soberanía alimentaria un modo de vida y viven de lo que ellos mismos producen en esta fecunda comarca.
El río Andarax se nutre durante su curso de arroyos, cascadas y torrentes, y, en sus orillas, donde todo trasluce agua, crecen parras, olivos y atestadas huertas.
EL ÚLTIMO REFUGIO DE AL-ÁNDALUS
Las huellas del pasado árabe están muy presentes en los nombres de los pueblos: Alboloduy, Alcolea, Bayárcal, Bentarique, Canjáyar, Huécija, Ohanes, Terque…
Numerosos son los municipios que se extienden por el paisaje serrano de la Alpujarra almeriense. Y, entre ellos, destacan algunos como Alhama de Almería, Laujar de Andarax o Fondón.
Alhama de Almería, conocida como la 'Puerta de la Alpujarra', es un pueblo que ha crecido alrededor de la cultura del agua gracias a sus aguas con propiedades especiales y que supieron aprovechar con la construcción de un balneario.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscosFondón.
Durante mucho tiempo, se han asociado sus inicios a la época musulmana, ya que es fácil reconocer el recuerdo de esta cultura en el trazado de sus calles, los baños de origen árabe y los restos de una fortaleza. Pero el reciente hallazgo de unos vestigios de la civilización romana hace pensar que su origen se puede remontar a los primeros siglos de nuestra era.
Si hay un pueblo considerado el emblema de esta comarca, ese es Laujar de Andarax, más conocido como  Laujar. Es célebre por sus vinos y por ser la última morada en España del rey Boabdil, quien ostentó el señorío de la Alpujarra tras la conquista de Granada, estableciendo aquí su capital antes de huir hacia África. Laujar fue, también, el lugar de nacimiento de Francisco Villaespesa, el más importante poeta y dramaturgo almeriense y que dedicó a su pueblo varios de sus versos más famosos.
El pueblo fue muy notable en el pasado en el sector textil, especialmente, en la seda, pese a que, prácticamente, está desaparecida en la actualidad: apenas queda un telar en la plaza del pueblo como muestra de ello.
Fondón fue, en 1567, un lugar clave de la rebelión de los moriscos en la Alpujarra. Como consecuencia de aquellas revueltas la zona se despobló de moriscos y se repobló con cristianos.
Con el paso de los siglos, Fondón acabó añadiendo a sus calles, además de la típica arquitectura morisca, edificios del siglo XVIII, fruto de una arquitectura más ilustrada y que coincidía con la actividad minera del plomo.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscosLaujar, la última morada en España del rey Boabdil.
El pueblo es, además, reconocido por sus vinos y por el Festival Flamenco de Fondón, celebrado cada año, en agosto, que cuenta con artistas de gran renombre y que lo convierte en el epicentro internacional del flamenco por unos días.
GASTRONOMÍA SINGULAR Y LA CULTURA DEL AGUA
La cocina alpujarreña se entiende como una singular liturgia. Conocida como la tierra de los tres líquidos, agua, vino y aceite, su gastronomía ha conservado los elementos tradicionales arábigo-andaluces, por lo que en ella se entrelazan dos vertientes de la cocina autóctona: la cristiana y la morisca. La historia de esta zona se podría contar a través de la vida culinaria de las culturas que la habitaron.
Son expertos en vinos ecológicos, como el que se produce en la eco-bodega Cortijo El Cura y, aunque el pastoreo y la agricultura, en un principio, no iban más allá del autoconsumo, hoy ha convertido en una importante fuente de ingresos algunos productos, como el aceite deLa Almazara de Canjáyar.
Una caminata por el paisaje abrupto de la Alpujarra y su clima extremo invita a suspirar por platos fuertes, típicos del frío invernal como las sopas de 'ajo tostao', las migas de harina, el puchero de hinojos, la olla de berza o el 'guisao de correas'. Aunque si hay un plato representativo del lugar, ese es el 'plato alpujarreño', que engloba los productos más autóctonos en un solo manjar: morcilla, longaniza, lomo en orza, 'papas a lo pobre' con huevo frito y jamón serrano.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscos
También el repertorio de dulces y postres es variado, muchos de ellos aún conservan la esencia musulmana y tienen como principales ingredientes la almendra y la miel. Hay panaderías que venden los dulces típicos, como los soplillos, mantecados de Fondón, el pan de higo, los roscos de vino, los borrachillos o las rosquillas de Alhama, entre otros.
El agua forma parte de estos lares de manera natural y primitiva. Su sonido corre durante el deshielo por las acequias y riega los campos de labranza. Se hace presente a través de las múltiples fuentes y lavaderos, vigentes desde época árabe. Los habitantes han sabido adaptar la geografía con la construcción de bancales y balates para poder aprovechar el agua y sujetar la tierra, y convertir esta zona que, originariamente, era forestal y ganadera, en una agrícola.
Se puede seguir la Ruta de las Fuentes de la Alpujarra para dar fe de que el agua no es un bien que escasea por esta parte de Almería. Como en Berja, que cuenta con treinta fuentes o la joya de la corona que supone Alhama de Almería, donde sus milenarias aguas termales permanecen a una temperatura constante de 47º.
LEYENDAS, ROMANCES Y POETAS ALPUJARREÑOS
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscos
Muchos son los romances, leyendas y poemas populares o cultos que nos trasladan a la serranía alpujarreña, pues sus paisajes, sus gentes y su historia la convierten en una fuente inagotable de narraciones.
En algunas zonas cercanas a Laujar se cuentan leyendas relacionadas con la muerte de la reina Morayma, la esposa de Boabdil el 'Chico', el último rey nazarí. Cuenta la historia que el rey amaba profundamente a su esposa y que, tras su muerte, él huyó a África y dejó el cuerpo de ella en una humilde sepultura, nada que ver con lo que debería de ser el enterramiento de una reina.
Dicen que las que vertió sobre esta tumba fueron sus últimas lágrimas en tierras de lo que una vez fue al-Ándalus, y no las que cuentan en la famosa y mítica escena del Suspiro del moro tras perder su Granada.
En Dalías, existe la Cueva-mina de 'El Sabinal' que, según dicen, conduce a través de pasadizos secretos a un legendario tesoro. También se cuenta, entre Laujar y Fondón, una leyenda que habla de una gran cueva y unas grandes construcciones, conocidas como 'sepultura del gigante', ya que se creía que, en otros tiempos, residieron allí cíclopes, cuya lucha entre ellos acabó produciendo una guerra con pedruscos gigantes entre los que quedaron sepultados.
Estas historias y muchas otras, de carácter romántico, hicieron que, durante el siglo XIX, muchos artistas extranjeros se trasladaran a la zona buscando un misticismo similar al que encontraban en oriente.
La Alpujarra almeriense, la tierra de los últimos moriscos
Los escritores, geógrafos, antropólogos y curiosos que se han interesado por esta pintoresca comarca son muchos, pero si hay uno que merece una atención especial ése es Francisco Villaespesa (1877-1936).
El autor fue uno de los más importantes modernistas y cuya obra abarca más de setenta libros de poesía. Laujar significaba para el poeta mucho más que su lugar de nacimiento, pues volvió a ella tras la muerte de Elisa, su primera esposa, y describe su paisaje como un lugar donde encontrar consuelo a tanta desolación.
Fue a las fuentes de su pueblo a las que le dedicó uno de sus poemas:
“Seis fuentes tiene mi pueblo
y aquel que beba sus aguas 
tal sabor a gloria tienen 
que nunca podrá olvidarlas
Amor , ensueño , poesía
generosidad de constancia y lealtad
son seis fuentes de cristal
de oro y de plata
que en las noches de mi pueblo
melodiosamente cantan”
La Alpujarra se revela como un lugar donde la vida transcurre en armonía con la naturaleza. Un paisaje para perderse unos días o quedarse para siempre, pues como dice el célebre poeta: “¡La Alpujarra es el balcón en donde se asoma España para ver, como en un sueño, las bellas costas de África, que a través del mar le envían sonrisas de enamorada!”.               
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